Llegué al yoga por pura curiosidad, porque me gusta probar cosas nuevas. No estaba estresada ni buscaba hacer más deporte, y por supuesto, no estaba pensando en meditar. Y sin embargo, como a veces sucede en la vida, me enamoré a primera vista: me di cuenta de cómo influía la respiración en mi ánimo, de cómo tomaba consciencia del estado de mi cuerpo.

Por el camino he explorado distintos estilos de yoga, pero me siento identificada con el vinyasa: respiración en movimiento, posturas fluidas y música.

La respiración es el vínculo de unión entre la mente y el cuerpo. Lo primero que hiciste al nacer fue respirar, y también será lo último que hagas con vida. Es absolutamente fundamental y sin embargo, apenas le prestamos atención. En yoga se trabaja profundamente con la respiración: aplicando atención conseguimos un estado de ánimo más presente y calmado. Piénsalo: no puedes estar nervioso si tienes una respiración tranquila, al igual que no se puede estar tranquilo con una respiración agitada. 

Me gustan las posturas fluidas. Bajo mi punto de vista, la vida es movimiento, cambio… entrelazar posturas proporciona agilidad al cuerpo. En yoga tomas consciencia del equilibrio, la fuerza y la flexibilidad de tu cuerpo… y de tu mente. Aprendes a respetar tu cuerpo, también sus límites, aunque en poco tiempo descubres que eres capaz de hacer posturas que jamás pensabas que fueras a poder realizar. 

Este tipo de yoga dinámico fortalece músculos y huesos. Además, para soltar tensiones, incorporo a mis sesiones conceptos de yoga taoísta y elementos prestados de gimnasia pasiva y cadenas musculares para estirar las fascias del cuerpo y desbloquear molestias musculares. 

Y todo con música. Hay quien asegura que la música es incluso anterior al lenguaje. Sin duda es algo ancestral y común a todas las culturas. Activa áreas específicas del cerebro: cuando se escucha música tranquila es casi imposible estar nervioso.  Además, si en algún momento de la práctica pierdes la concentración, la música te trae de nuevo a la sala y al estado. 

Porque todo el cuerpo está conectado y lo que afecta al físico también afecta a la mente, a día de hoy, el yoga es para mí mucho más que una forma de sanar tu espalda y relajarte… es mi forma de entender la vida: tranquila, respetuosa, consciente, flexible y retadora.